El mullido sendero de hojarasca
se asorda en las pisadas
caprichosas curvas entretejen
el concierto del bosque.
En abrazo ancestral las ramas
apenas recuerdan la luna
y el torbellino de auroras
que alumbran más allá de su cielo.
El aullido del viento es queja
susurro de árboles y flores
y el paso del tiempo detenido
es suave melopea de amor.
El crujir de semillas y voces
oculta esos ojos que estremecen
salvaje capricho de otro mundo
en su rebozo perdura escondido.